El Unimog U 5023 supera la prueba todoterreno de resistencia en la cordillera siberiana de los Urales.
Prueba de larga duración en un lugar extremo: Ya hace cuatro años que Günther Schumacher puso rumbo a Siberia con un Unimog U 5023. «Una aventura viajando hacia el final de la civilización», resume. La cordillera de los Urales es un destino de vacaciones tan mágico como desafiante: Günther recuerda para Mercedes-Benz Special Trucks lo mejor y lo peor de su viaje con el Unimog.
Bajar del asfalto.
Como fanático de los camiones, Günther Schumacher ya tenía antes de su expedición siberiana más de 200.000 km de experiencia con distintos camiones con los que había recorrido buena parte del mundo, sobre todo por países de Asia, como Mongolia, Kirguistán, Tíbet y China. Los Urales siberianos eran el siguiente objetivo de este trotamundos. Elegir el Unimog para esta aventura es una apuesta ganadora: así, Günther Schumacher podía contar con uno de los mejores camiones todoterreno y Mercedes-Benz Special Trucks aprovechaba para realizar una prueba. El por aquel entonces Unimog U 5023 se iba a someter a una prueba de larga duración en una situación extrema.
De vehículo de exhibición a campeón todoterreno.
Antes de su carrera como vehículo de aventuras, el Unimog U 5023 blanco con caja vivienda del carrocero Bliss Mobil se había presentado en la feria del automóvil de Moscú. Luego, el camión y su conductor, que había llegado desde Aquisgrán, fueron a un circuito de pruebas a 160 km, en Dimitrov, donde la prensa tuvo ocasión de seguir informando. El conductor y el vehículo siguieron la llamada de Siberia. 1.000 km antes de los Urales, Günther Schumacher encontró a su compañero de viajes, Max, que viajaba con su propio camión. Por razones de seguridad, es mejor no hacer un viaje así en solitario. Era el momento de partir: dos hombres, dos vehículos todoterreno y un destino mágico: formaciones rocosas de Manpupunior, con sus siete pilares de piedra en la llanura norte de los Urales.
Dos vehículos potentes por carreteras de invierno.
Quienes visitan las columnas de hasta 42 m solo pueden llegar a ese lugar mágico en motos de nieve atravesando ríos helados o en helicóptero. Para Günther Schumacher, el desafío estaba claro: acercarse lo máximo posible a aquel lugar mágico. La auténtica aventura empezó al acabarse las carreteras asfaltadas. Cuando los aventureros abandonaron el último pueblo y pusieron rumbo a la cordillera, las condiciones empeoraron claramente. Los caminos de grava dieron paso a pistas embarradas por las que normalmente solo pueden circular excavadoras con neumáticos de baja presión. El Unimog y su compañero de viaje tuvieron que demostrar su potencia, su aptitud todoterreno y su aplomo siguiendo las huellas de los colosos de la silvicultura y la exploración petrolífera. Remolcarse mutuamente se convirtió en costumbre.
Trabajar bien bajo presión.
El sistema de regulación de la presión de los neumáticos, que se puede controlar desde el volante del Unimog, demostró ser una «característica excepcional», según Günther Schumacher: incluso en marcha, los neumáticos se pueden ajustar a distinta presión del neumático, el visualizador muestra el resultado prácticamente en tiempo real. Así, la autocaravana todoterreno pudo superar piedras, barro y ramas de árboles, lento pero sin esfuerzo.
Con pala, cojines de elevación y machete.
Canales profundos, charcos de barro, vegetación salvaje, terrenos pantanosos, puentes destartalados y lechos de ríos son parte del día a día de los expertos en todoterreno. Cuando incluso la extraordinaria aptitud todoterreno y profundidad de vadeo del Unimog no era suficiente, los conductores tenían que arreglar la situación a mano: con el machete despejaban el camino de ramas, con las palas escavaban los neumáticos, los cojines de elevación solucionaban los pinchazos de los camiones. El cable de remolcado siempre les permitía sacarse del barro mutuamente.
Un río que busca su cauce.
Durante cuatro semanas, los aventureros atravesaron pueblos abandonados, se cruzaron con buscadores de oro, ermitaños amistosos, huellas de osos y tuvieron que dar media vuelta al llegar a vías sin salida. Las naturales no fueron las únicas que encontraron, también se toparon con las vallas de una empresa energética. Las carreteras forestales que se mostraban en Open Street Maps no solo eran terreno muy difícilmente accesible, sino que no estaban conectadas entre sí. Así pues, los vehículos tuvieron que abrirse hasta las formaciones de Manpupunior según el principio de ensayo y error. A menudo, estos desvíos duraban varios días, porque a menudo, la situación era: «Dar media vuelta, volver atrás dos días hasta la último bifurcación y, al llegar allí, seguir por la opción. Como un río que busca su cauce», cuenta Günther Schumacher.