Cómo el primer Unimog nos cambió la vida e hizo historia.
Un coche ya habría sido extraordinario, pero una máquina a motor universal era aún más especial. Karl Riker, veterano de la Segunda Guerra Mundial y propietario de una destilería en Hößlinswart, en el distrito alemán de Rems-Murr, recibió el 19 de marzo de 1949 el primer Unimog fabricado en serie. Un vehículo que marcó a toda la familia.
Popular y robusto.
Rolf Riker, hijo de Karl Riker, recuerda especialmente una de sus primeras excursiones. Junto con su hermano, viajó una tarde soleada con el Unimog cargado de heno fresco, por colinas y valles. De repente, todo ocurrió muy rápidamente: la pendiente se hizo más pronunciada, las ruedas patinaron y, al instante siguiente, aterrizaron en una zanja. «Fue culpa nuestra: ninguno de nosotros encontró el freno de mano», dice Rolf Riker riéndose hoy. Menos mal que el robusto Unimog aguanta este tipo de cosas fácilmente.
Para nosotros, que éramos unos niños, crecer con el Unimog fue algo maravilloso.
Rolf Riker, testigo contemporáneo, hijo de Karl Riker
Un equipo que une.
Para los niños de la familia Riker, el Unimog era más que un simple vehículo, cuenta Rolf Riker. Este pequeño accidente al recoger el heno fue solo una de las muchas aventuras que vivieron los hermanos con el todoterreno. «Aunque acabamos en la zanja, el Unimog quedó intacto y nosotros aprendimos la lección. Crecer con el Unimog fue algo maravilloso».